Etiquetado: la paralaje ecológica

El misterioso ‘ursucéfalo’

(Sobre lo que la ecología, a veces, no es)

«Una ensordecedora algarabía llegó entonces del lado donde tienen sus jaulones los simios. Eran los cinocéfalos que representaban su tenaz comedia religiosa, saludando entre ridículos saltos, un rayo del sol dorado y nuevo que se quebraba en los hierros de su jaula» (Ortega y Gasset, O.C. ed. Taurus, T. VII, p. 37).

 

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[…]

Os enlazo un breve ensayo sobre la «paradoja del ursucéfalo»; trata de una propuesta cultural que en su trasfondo pretende ser ecologista y en realidad no lo es. Resta decir que no es el único comportamiento en detrimento del ecologismo, ni el que mayor impacto tiene, lo importante es que lo llevan a cabo pseudoecologistas -en realidad casi participes de una ecología muy profunda- que se autoengañan.

(Un abrazo muy fuerte para los que, pese a todo y aunque tal vez no volviéramos a ir, allí estuvimos cuando el bosque nos habló…)

Leer el artículo en El Librepensador

frag.: «…esto es lo que de algún modo puede considerarse una disrupción herética de su propio dogma: una herejía. Pensar por el oso, implica más bien comprender la necesidad de preservar las condiciones de estabilidad favorables a su conservación como especie; los asistentes y organizadores del festival, deberíamos haber valorado las posibilidades de materializar una celebración de esas dimensiones sin alterar negativamente las condiciones del ecosistema receptor

Corollarium al conjuro de Ortega

Nunca ha sido bueno atiborrarse de fluido, ni aunque este venga recomendado por el mismísimo García, pues, ya saben, los ‘anacronópatas’ beben y beben y nuestro Phrontisterion los transporta donde él quiere. Hoy trato de centrarme en el tema que, en algún momento, habré de defender: La ecología de José Ortega y Gasset. Debo a partir de ahora, y ya desde entonces, algunas respuestas e interesantes conversaciones en red, a algunos lectores de este breve blog.

endorcismo

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De la fobia a los comunistas, al miedo al ecologista…

«La tesis del periodista texano Will Potter en este libro es que en la actualidad asistimos en Norteamérica a una nueva caza de brujas que se podría denominar Temor Verde (Green Scare). De ahí el título de este ensayo: Los Verdes somos los nuevos Rojos»

http://www.todoporhacer.org/ensayo-los-verdes-somos-los-nuevos-rojos

Ortegajos (y metáfora orteguiana): La naturaleza del cuadro

«Un día llegó a Whistler una nueva discípula y se puso a pintar un paisaje con magnífico púrpura y verdes estupendos. Whistler mira el lienzo, y pregunta a la autora qué es lo que está pintando. Ella entorna los ojos soñadoramente, y responde:

—Pinto la naturaleza tal y como se me presenta. ¿No es esto lo que se debe hacer, señor Whistler?

—Sí, sí —repuso el maestro tranquilamente—; suponiendo que la naturaleza no se presente como usted la pinta». T. II, p. 145

Ortegajos (y metáfora orteguiana): las almas de los muertos habitan en las ramas de los árboles

«Un árbol es tal vez lo más bello que existe: tiene reciedad en el tronco, caprichosa indecisión en las ramas, ternura en las hojuelas movedizas. Y sobre todo esto hay en él no sé qué de serenidad, no sé qué de una vida vaga, muda, palpitante, que va y viene inciertamente entre el follaje. Justo me parece que los egipcios primeros creyeran que las almas de los muertos iban a habitar en las ramas de los árboles, y que los indios argentinos pusieran bajo un árbol sus ofrendas al divino Walechn». T. I, p. 99

Francisco de Asís o la metáfora del fracaso ante la institucion antropofágica del capitalismo verde

Arnold B_cklin - St_ Anthony preaches the fish

Es difícil creer en un papa de la Naturaleza, los pobres y los oprimidos, cuando este recibe a un siervo de Lucifer como vocero de la igualdad y la reparación de la injusticia[2]. Un complicado entramado subyace a esta actualidad en la que un idealista atormentado y llagado, es reclamado como representante de una institución agonizante.

 

El nombramiento de un ‘papa’ bajo el signo de Francisco responde a un intento de la Iglesia por reconectar con un medio que le es cada vez más ajeno y que encaja menos con sus anquilosadas instituciones. Sorprendentemente Jorge Mario Bergoglio, y su comité, parecían dar muestras de querer emular la biografía política de su referente: mensajes a favor del ecologismo, la consideración del sacerdocio femenino, la justicia social, etc.… Sin embargo, lejos de ser un acontecimiento feliz, esta invocación ahora nos sugiere dos cargas de negatividad -más allá de lo que supone la existencia de una Iglesia universal que continua siendo como la de Inocencio III-: por un lado el diagnóstico de una situación global riesgosa ecológicamente y, por otro, la confirmación de una revolución de nuevo fallida.

 

Digamos sin tapujos que Giovanni Bernardone, el humano converso en Francesco d´Assisi, se ‘cagó’ en el papa de su época y que no fueron ni una ni dos las ocasiones en que organizó alguna trifulca a modo de protesta (despelotándose, organizando silenciosas manifestaciones o predicando desquiciadamente a los pájaros). No obstante, no siempre le duro la gracia al pobre hombre y veremos donde quedó la radicalidad de su original “fraternidad cósmica”. Es desde aquí que hablaremos del fracaso de la fraternidad franciscana original como la prefiguración de una ecología que se vende al capitalismo; pero lo que nos interesa de esto por el momento es la evidente contradicción que supone esta maniobra de la curia romana y lo alejado que esto quedaría del ideal primitivo de Francisco: es por esto que decimos que el fracaso de la fraternidad es la metáfora de la institución antropofágica (aquella capaz de engullir al ente revolucionario surgido en su seno, para regurgitarlo en la forma del profeta de su causa).

 

Incluso Slavoj Zizek, uno de los críticos -no especializados- de la ecología política contemporánea más lúcido, nos habla de Francisco (como tambien hicieran Scheler, Ricoeur, Ortega o Francisco Fernández Buey –cada uno en su discurso). Zizek destaca de este santo el periplo de la situación ‘política’ de su grupusculo revolucionario:

 

«…los auténticos herejes son sencillamente aquellos que rechazan esta solución de compromiso [que todo edifico ideológico necesita para ubicar su lugar hegemónico y legitimizar sus relaciones de poder], manteniéndose pegados al mensaje original-. (Recordemos el destino de San Francisco: por insistir en el voto de castidad de los verdaderos cristianos, por rechazar la integración en el edificio social existente, estuvo a punto de ser excomulgado- no fue acogido en el seno de la Iglesia más que después de hacer los “arreglos” necesarios, que limaron esa aspereza que suponía una amenaza para las relaciones feudales existentes-.)»[3]

 

Es precisamente en estos ‘arreglos’ donde reside el peligro de que un planteamiento ‘herético’ como la ecología, devenga mero capitalismo verde y sirva para insuflar vida a este cadáver insepulto que continuará alimentándose de nuestra persona y nuestro medio. Zizek se ha encargado de advertirnos de ello repetidamente, al través de prácticamente cada libro (a modo de ejemplo, referencia o escatología) o en los millones de streams en la red. Corremos el riesgo de vernos cegados por un nuevo opio de las masas: una ecología del miedo. Curiosamente, parece que de nuevo parafraseando a Hölderling, en la misma escatología cristiana reside, para Zizek, la salvación:

 

«Actualmente hay por lo menos cuatro versiones diferentes del apocaliptismo: el fundamentalismo cristiano, la espiritualidad de la Nueva Era, el poshumanismo tecnodigital y el ecologismo secular. Aunque todas comparten la noción básica de que la humanidad se está aproximando a un punto cero de trasmutación radical, sus respectivas ontologías difieren radicalmente: el apocaliptismo tecno-digital (del que Ray Kurzweil es su principal representante) permanece dentro de los confines del naturalismo científico, y percibe en la evolución de la especie humana los contornos de nuestra transformación en ‘poshumanos’. La espiritualidad de la Nueva Era da a esta transmutación una vuelta más, interpretándola como el cambio de un modo de “conciencia cósmica” a otro (normalmente un cambio desde la posición del dualismo mecanicista moderno a otra posición de inmersión holística). Los fundamentalistas cristianos, desde luego, consideran el apocalipsis en términos estrictamente bíblicos, es decir, buscan (y encuentran) en el mundo contemporáneo señales de que la batalla final entre Cristo y el Anti-Cristo es inminente. Por último, el ecologismo secular comparte la posición naturalista del poshumanismo, pero le da un giro negativo: lo que nos espera, el “punto omega” al que nos estamos aproximando, no es una progresión a un nivel ‘poshumano’ superior, sino la catastrófica autodestrucción de la humanidad. Aunque el apocaliptismo fundamentalista cristiano se considere el más ridículo y peligroso por su contenido, sigue siendo la versión más cercana a una lógica emancipatoria radical ‘milenaria’. Por ello la tarea consiste en llevarlo a un contacto más estrecho con el ecologismo secular, concibiendo así la amenaza de aniquilación como la oportunidad para una renovación emancipatoria radical.»[4]

 

Aunque tal vez esta sea una opción -afortunadamente no la única para abordar la crisis ecológica-, lo impepinable es que como Jacques Le Goff opina el papa Jorge Mario Bergoglio nunca tendrá el carácter de Francisco[5]. ¿Porqué? sencillamente porque san Francisco fue un místico y la figura que conservamos del mismo un mito, lo auténtico fue un hombre seguramente maloliente, taciturno y propenso al histerismo que luchó primero por su propia redención y luego por la de sus hermanos. No obstante, podemos recuperar la figura del hombre Giovanni Bernardone como un proto-trabajador social y un poeta rebelde y bohemio del siglo XIII que se preocupó de algo más que de envilecer su panza y su lujuria.

 

Queda pendiente una revisión de la verdad en el mito de Francisco como “patrón celestial” de los ecologistas, sin embargo, es evidente que como constatamos en el absoluto fracaso de su fraternidad -que se materializa en la reencarnación papal de su figura, algo así como el nacimiento del anti-alter cristus-, no es a este santón fracasado a quién necesitan ni la ecología ni los pobres del mundo. Cuidado pues, con los falsos profetas contemporáneos que se ciñen a los designios de la bóveda celestial para emitir sus juicios morales.

 

De ser fieles a su espíritu (el de Giovanni), la Iglesia tendría un Francisco que hace tiempo que se habría despelotado contra la especulación capitalista… sin olvidar a una Clara militante de las Femen.

Joshua Beneite Martí

NOTAS:

 

[2] http://www.elespectador.com/noticias/elmundo/papa-francisco-se-entrevista-el-presidente-del-banco-mu-articulo-455010

[3] Zizek, S. (2004). Amor sin piedad. Hacia una política de la verdad. Madrid: Síntesis, p. 16.

[4] Zizek, S. (2009). Primero como tragedia, después como farsa. Madrid: Verso, p. 62.

[5] Le Goff, J. (24-3-2013) en El Mundo.

Generaciones zombis y el ataque del capitalismo verde

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Generaciones zombis y el ataque del capitalismo verde

            Decía haya por 1951 «un pequeño señor español que tiene cara de viejo torero»[1] -José Ortega y Gasset-, que la conmovedora beatería salvacionista de la civilización occidental es propia de los disecadores que se afanan en reconstituir a una momia. Él creía más bien en una muerte bella y honrosa de la civilización:

«Se ha muerto por sí misma: no la han matado enemigos; ella mismo ha sido la fuerza que ha estrangulado sus propios principios haciéndoles dar todo lo que “tenían en el vientre” y probando, en conclusión, que estos principios no lo eran».[2]

            Ortega nos revela en este mismo pasaje una dimensión siniestra de la defunción civilizatoria: «se trata de una muerte que no significa desaparición». Considera entonces la posibilidad de que lo que suceda sea más bien una petit mort, un sustito tras del cual la civilización se revigorice y tome consciencia de su responsabilidad; por ello afirma entusiasta y beligerante: «Como el preboste de París a la muerte del rey gritemos: “¡La civilización occidental a muerto, viva una nueva civilización occidental!” Que la antigua se suceda a sí misma».[3]

            Caben dos objeciones al entusiasmo orteguiano. En primer lugar, decir “¡La civilización occidental a muerto, viva una nueva civilización occidental!” supone incurrir en el error repetidamente señalado por Slavoj Zizek en virtud del cual el remedio incrementa problema. En segundo lugar, “que su muerte no significa desaparición y que la antigua se suceda a sí misma” constituyen reiteraciones del error anterior. No obstante, tomadas como profecía o metáfora prefigurativa, las palabras de Ortega nos conmueven nuevamente para una reflexión del problema de nuestro tiempo.

            Tal vez el error de Ortega fuera esperar una renovación en positivo, un avance, un desarrollo porque, en las antípodas, la civilización esta desde entonces enquistada. Si murió, sobrevive bajo constantes vitales mínimas -alentadas por un consumo desaforado de los recursos medioambientales-. Como ente, podría decirse entonces que su estado es el de no-muerto y su carácter el de un voraz apetito, esto es: un zombi.

            Nos surge al paso la idea de una agonizante civilización capitalista que sobrevive como un cadáver insepulto. Retomando alguna ‘lección’ de Zizek, este marco circunstancial coincide con la idea de un capitalismo global que trata de recuperarse en un aparente mutatis mutandis -que no resulta sino un engañoso ceteris paribus-. Esta mediática mutación ha virado hacia el territorio de la ecología confeccionando un mercado ‘verde’ de lo más chic. Como acertadamente protesta la poetisa chilena Nieves y Miro Fuenlazida  esta inercia nos insta a «cambiar radicalmente, pero dentro de los límites del sistema para que nada cambie» proporcionando únicamente «la ilusión de que nos movemos para luego quedarnos en el mismo lugar», mientras que la realidad nos devuelve que «La idea de retornar a una naturaleza harmónica sin modificar el orden capitalista es un proyecto neoliberal que solo constituye una ficción particular».[4]

            La tarea pendiente, y la lección que tanto Ortega como Zizek nos aportan, es que no debemos dejarnos llevar por una actividad frenética en pos de una redención inalcanzable –y tal vez sin sentido- que no hará sino continuar con la «alteración» del estado de la civilización. Ya sea para «ensimismarnos» con Ortega o para ‘maquinar’ con Zizek, deberíamos tener al tiempo un pie cerca del suelo y el freno de la locomotora firmemente asido: el horizonte anuncia repentinos virajes y nuevas catástrofes si las condiciones socioecológicas de la civilización no se replantean con severidad.

            Ahora bien, ¿qué debe cambiar para que nada de lo que no debe cambie, mientras que lo que sí conseguimos arrumbarlo lejos de nuestro ser?, ¿es la vuelta a la industria olduvayense una eutopía más que una catástrofe?, ¿ofrece la noir ecology[5] una respuesta sensata o nos sitúa en los umbrales de un giro esencial del ser del humano? Por lo pronto “Cinco pruebas irrefutables de que el Apocalipsis zombie ya ha empezado”[6]:

«Las epidemias zombies están íntimamente vinculadas a momentos de crisis: cuanto más profunda es la recesión, más pelis de zombies se estrenan. Pero los zombies no están sólo en la pantalla sino entre nosotros (…) Así, que si piensas que puedes llevar a tu churri al cine y luego a cenar al Foster Hollywood, estás aviado. ¿O acaso no aprendiste nada del vídeo de ‘Thriller’?»

 

            Se avecina un holocausto soilent.

 

 

[imagen James Robert Smith, The New Ecology Of Death: A Zombie Novel, 2013]


[1] Ortega y Gasset, José, Obras Completas, Taurus, Madrid, T. VI, 2004-2010, p. 783.

[2] Op. cit. 792.

[3] Ibídem.

[4] Miro Fuenzalida, Nieves, La ecología del miedo, 14 de diciembre de 2010:

http://www.surysur.net/2010/12/la-ecologia-del-miedo/

Indicios del colapso silencioso, un gigantesco sumidero que nos llevará a tod@s

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«Los trabajos de perforación realizados por la empresa petroquímica Texas Brine en el vórtice de un depósito de sal, conocido como la Cúpula de Napoleonville, situada en el acuífero, originaron el colapso de dicho depósito, que está revestido por una capa de petróleo y gas natural».

 
Un gigantesco sumidero en un pantano está engullendo Bayou Corne en Luisiana, EE.UU.
 
El hombre como agente geomorfológico, las consecuencias del fracking y de nuestra insesatez; muy pronto disponible también en España…